Por Melina Palacios (@melyunvinos)
El mundo del vino ha cambiado a lo largo de su historia, pero nunca tan drásticamente como en los últimos años.
Las bodegas se encuentran con un nuevo desafío; hablarle al nuevo consumidor, el “consumidor 2.0” y que, en una mesa, un día domingo, ese mismo vino sea disfrutado por tres generaciones diferentes, de la misma manera.
Este nuevo consumidor conoce, cuestiona y también disfruta de descubrir nuevos sabores y experiencias. Esto hace que las bodegas se vean prácticamente obligadas a innovar constantemente, se ayornen a los tiempos que corren y se amiguen con el e-commerce y las redes sociales, con el objetivo de llevar las experiencias que había antes disponibles a la mesa del consumidor.
Nadie imaginaba lo que iba a pasar este año. Si hace unos meses, a todos aquellos que consideraban lo online como algo “para después” o de menor importancia, les hubiéramos dicho que lo digital iba a ser su único canal de comunicación con sus consumidores, no nos hubieran creído. La digitalización de esta industria tan tradicional se aceleró gracias a la pandemia.
El comercio electrónico va a cambiar para siempre una vez que finalice este periodo de aislamiento social, transformándose ya no en un canal importante, sino en uno imprescindible dentro de las estrategias de venta de bodegas y empresas del sector.
Entonces el nuevo desafío sin dudas, es brindarle al consumidor la posibilidad de adquirir sus vinos desde el sillón de su casa, pero el objetivo más importante es enamorarlo. ¿Y cómo hacemos esto en un mundo donde hay millones de etiquetas diferentes, con miles de alternativas a nuestro alcance? ¿Cómo enamorar a un consumidor de algo tan sensorial desde el lado de atrás de la pantalla?
Lejos de los rituales a los que está acostumbrado en el mundo del vino (como por ejemplo, los pasos para una cata correcta o también la comida perfecta para maridar), el nuevo consumidor está más cerca del placer, y opta por experimentar y salirse del molde.
En mi opinión esto se logra vendiendo no sólo un producto como lo es una botella de vino, sino una experiencia: algo único que permita a la bodega interactuar con el cliente, hacerlo sentir parte, realizando acciones tales como utilizar herramientas como el e-mail marketing para contarle las nuevas novedades o próximos lanzamientos de temporada; hacerle llegar un descuento en “las nuevas 1500 ediciones limitadas"; hacerlo partícipe de las catas virtuales en las redes y un mundo infinito de opciones que hay para lograr captar el interés de los consumidores y que se transformen en clientes frecuentes.
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