La industria del vino está basada en que, desde tiempos inmemoriales, a la mayor parte de las personas le gusta beberlo. En Grecia y Roma, los poetas le cantaban y en varias partes del mundo antiguo hay vestigios de lugares donde hubo viñedos, que en muchos casos están renaciendo. En nuestro país, el enoturismo cuenta ya con una infraestructura impactante y concurrida.
Pero, en los últimos tiempos y especialmente en Argentina, la industria ha sufrido una caída en el consumo, de un promedio de 40 litros por persona por año a los 20 a 21 que se estiman en la actualidad.
La respuesta más obvia a este descenso es que las cervezas, después de un período de estancamiento, han ido ganando en preferencia con las variedades ‘artesanales’ y los locales especializados ante el público ‘nuevo’ y tal vez captado personas que anteriormente tomaban vino.
También hay público nuevo que opta por bebidas de mayor tenor alcohólico o cócteles. De cualquier manera, si las bodegas, el circuito de comercialización y las autoridades provinciales y nacionales desean recuperar volumen, valor de facturación y rentabilidad para el vino, parece conveniente investigar las motivaciones de su consumo y las circunstancias que atentan contra su utilización moderada en mayores de 18 años.
Una encuesta realizada por el portal estadounidense Surveymonkey.com entre 528 personas en ese país arroja luz sobre estos aspectos. Si bien puede haber diferencia en los porcentajes aquí señalados con lo que daría una encuesta en otros países, los conceptos siguen siendo válidos.
La mayoría de los adultos beben vino, y con frecuencia. Un 75% de los encuestados lo hace, y un 44% ‘bebe al menos ‘un par de copas por semana’, índice que crece a 51% para personas entre 30 y 44 años, y 53% para mayores de 60 años.
Lo que hace popular al vino es ‘porque tiene buen sabor’ y ‘me hace sentir bien’. Entre las cuatro principales razones, el sabor es la más mencionada (63%), seguida por ¡alivia mis tensiones’ (47%), ‘marida bien con la comida’ (41%) y ‘me hace feliz (33%).
El 42% de los encuestados considera que el ‘vino ‘es saludable’, en tanto la mayoría del resto (48%) cree que ‘no ayuda ni daña a la salud’.
Dos de cada tres personas consultadas considera que el vino es mucho más saludable que la cerveza. Tres de cada cuatro (66%) dijeron que ‘se necesitaría tomar varias copas de vino por día para que afecte la salud’. Esto sube a 83% en mayores de 60 años.
Con respecto a cuánto estarían dispuestos a pagar por una botella de vino excepcional, sólo 3% (recordemos, en los Estados Unidos) consideraría pagar cien dólares o más por una botella. Un 7% consideraría pagar entre 50 y 99 dólares. La encuesta señala, como dato de interés, que esta contención en el gasto es independiente de la edad o situación económica del encuestado; sólo 13% de quienes ganan cien mil dólares o más por año invertirían 50 dólares o más en una botella de vino de alta gama.
Para tener una perspectiva más precisa del significado de estas cifras, consideremos que en tanto una botella vino “común” puede ser obtenido en un supermercado por entre 3 y 6 dólares, el tramo ‘aspìracional’ ve de los 6 a 12 dólares y la gama media a partir de allí hasta los 20 dólares. Para tener una comparación con el poder de compra masivo de la población, el sueldo mensual promedio de un cajero de banco en los Estados Unidos es de unos 2.333 dólares por mes. Por lo tanto, una botella de vino de 50 dólares representaría alrededor del 2% de su sueldo mensual. En Argentina, con un sueldo estimado en 47 mil pesos para un cargo bancario similar, equivaldría a una botella de mil pesos.
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