La sommelier y distribuidora Maria Alejandra Peyrano compartió a Prensario del Vino un análisis de la industria en la actualidad y la evolución del rol del sommelier durante la última década.
Como a mucha gente que forma parte del mundo del vino, la pasión de Marita por esta bebida comenzó desde joven y a través de momentos familiares. Sin embargo, fue en 1999 cuando trabajando en un bistró comenzó a formar un vínculo donde el conocer el mundo detrás de cada botella sería clave. “Buscando capacitación llegue a una bodega reconocida donde conocí al Maestro-Sommelier Carlos Maraniello, quien comenzó a guiarme, hasta que en 2009 comencé la carrera de Sommelier en una escuela pionera, la EAS”, cuenta Peyrano, quien remarca que fue esa preparación la que hoy le permite ofrecer un servicio diferenciado y enfocado en los gustos de cada consumidor.
Pero para la sommelier, desde que se recibió en 2011, la profesión comenzó a ganar mucha relevancia y reconocimiento, duplicando la cantidad de recibidos y con mayores posibilidades de la mano de la Asociación Argentina de Sommelier (AAS), por medio de la cual tienen acceso a cursos, capacitaciones y otros valores como acceso a tarifas para el desempeño laboral, bolsas de trabajo, etc. Pero aclara: “Si bien la instrucción es fundamental, por experiencia, frente a una mesa hay que escuchar lo quiere el cliente y no abrumarlo con información. Se debe poder manejar un léxico coloquial que cualquier cliente o consumidor comprenda, sino se corre el riesgo de alejarlo”.
“El rol del sommelier se creó como un personaje que sabe y puede hablar de vino, pero dependemos de un consumidor y hay que cuidarlo. Quiere disfrutar, relajarse, pasar un agradable momento, solo o acompañado. Necesita solo a esa botella o copa que eligió y su conquista es darse el gusto, no importa cuál sea su preferencia para tomarlo”, agrega Marita y reconoce que “quien consume vino no necesariamente quiere tener información específica”. “Se dio por sentado que era así, pero no significa que lo sea”.
Y su expertise en la recomendación de vinos, sumado a su deseo de trabajar de cerca con un enólogo, la llevó también a apostar por su camino como distribuidora. “En Octubre de 2018, y de la mano de Pia Argimon, representante de la bodega Las Arcas de Tolombón (Tucumán), comencé a trabajar para el proyecto de Mondovino Argentina”, cuenta quien desde entonces ha forjado un gran vínculo con el enólogo Sergio Yanardi, llevando adelante la distribución en Buenos Aires de las etiquetas de Malandra y Pequeño Viñedo, a las cuales en 2019 sumaría Pillo, un vino que busca rememorar el inicio de la viticultura al este de Mendoza, Medrano, San Martin y Santa Rosa.
A nivel industria, Marita remarca que el desafío está en lograr que se beba más vino y acercarse al consumidor con una comunicación “clara y sencilla”. “Que las nuevas generaciones que empiezan a consumir alcohol tengan un acercamiento relajado y directo como lo tienen con otras bebidas (la cerveza por ejemplo)”, completa y asevera: “Yo siento que empezó una nueva etapa, que hay consumidores curiosos y deseosos de novedades. Que consumen rápido y rico, y buscan nuevas etiquetas. Entre ellas, vemos que se buscan vinos son más frutados y frescos, más bebibles, sin exceso de madera. Además, se está volviendo al consumo del blanco, y creo que Argentina tiene una gran capacidad para hacer vinos blancos y rosados que hoy deslumbran”.
“Hay que animarse a probar. Todos sabemos que sabores nos gustan o cuales nos desagradan. Hay que animarse a sorprenderse y entender que la experiencia es personal, y vale la pena”, completa.
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